Por Lissette Rodríguez
¿Alguna vez has escuchado el famoso refrán “las palabras se las lleva el viento"? Probablemente sí, y es posible que nosotras mismas lo hayamos usado alguna vez en nuestra vida. A diferencia de muchas de nuestras palabras, o palabras de los demás, contamos con la gran noticia: las palabras de nuestro Dios siempre permanecen, nunca se las lleva el viento. Jesucristo, en su infinita misericordia, no olvida ninguna de las cosas que nos ha dicho, que nos ha prometido, ninguna de las palabras que encontramos en la biblia (que son todas suyas) se las llevará el viento, pues todas son verdaderas, y cumplen un propósito, sólo tenemos que reclamarlas en nuestras vidas. Él ya habló, prometió, te brindó una muestra de verdad, gracia y misericordia, sólo espera que te apropies de ese tesoro, siempre está dispuesto a darnos otra oportunidad, pero queriendo que nos afiancemos en Él, pues de todo lo que nos da también debemos devolverle.
Mi familia, desde que tengo memoria, ha sido bastante desordenada con sus vidas, nunca han dejado que Dios sea el ordenador de ellas. Pero mi mamá llegó a los pies de Cristo. Recuerdo que cuando era niña, ella siempre me decía que ella no iba a dejar que el desorden que había estado en su familia por mucho tiempo siguiera arrastrándose entre ella, su matrimonio y nosotras sus hijas, ella no quería seguir llevando esas pesadas cadenas, quería librarse de ellas. Fue un proceso bastante largo, pero en el cuál Dios transformó su vida, y aunque quizá hoy en día esté fría y apartada, las palabras de Dios son permanentes, nunca cambian ni con el pasar del tiempo, porque ya sabemos que Él promete y cumple, su palabra tiene peso. Mi abuela es de un carácter muy fuerte, una mujer muy dura de corazón, malhumorada, gritona, etc. Mi mamá también solía ser así, al rededor de mis 5 o 6 años de edad, la recuerdo a ella así, pero en el instante que ella decidió poner fin a eso, dejó de ser esa mujer, y todo en mi hogar empezaba a ser diferente. También, en mi familia nunca ha habido profesionales, mis abuelos, la mayoría de mis tíos, y hasta incluso mis mismos padres hicieron cosas incorrectas que hicieron que se desviaran de ese camino. Mi mamá también decidió acabar con eso, luchó con la ayuda de Dios por sacar una carrera universitaria, teniendo dos hijas, esposo, una casa y tres trabajos, ahora está esperando recibir un título como abogada; recuerdo que decía “no importa si lo logré apenas ahorita, pero sé que rompí esa cadena en mi familia", me gustaba mucho la decisión y la constancia que ella tenía con esa situación, y aunque le tomó tiempo nunca se rindió para alcanzar esa diferencia. Actualmente, Dios nos ha bendecido en gran manera, decidimos ser diferentes en nuestro árbol genealógico, a pesar que nos digan “aburridos, evangélicos o raros", pues aún cuando los demás no quieran darle ese lugar a Dios, nosotros como familia se lo dimos, y ha sido de gran bendi-ción, nos libramos de cadenas opresoras. Y aún cuando todavía no somos perfectos, yo, como hija de Dios y conocedora de su palabra, sigo firme para que mi futura familia sea perfeccionada cada vez más, y las cadenas sigan rompiéndose en su nombre.
“De generación en generación es tu fidelidad", me encanta esa pequeña porción de este salmos 119, pues un acto de decisión, un acto de seguimiento, un acto de dejar atrás para mirar hacia arriba, realizado por mi mamá, trajo como consecuencia que las ventanas de los cielos siempre derramarán misericordia para mi familia, y también sé que para mi propia futura familia (esposo e hijos). Mujer, ¿a dónde quiero llegar con estas pequeñas historias? No importa la línea de seguimiento que lleve tu familia, no importa las “tradiciones", no importa las cosas que “heredamos"; muchas veces creemos que porque son familia, debemos seguir haciendo lo mismo que ellos han hecho durante años; hoy, es necesario que entiendas que si algo no edifica tu vida, te aleja de Dios, o no está rindiendo buenos frutos, puedes dejarlo atrás, puedes ser libre de ello, Dios te da las armas y el valor para eso, deja que escriba una nueva y mejorada historia de tu vida, no tienes que seguir con la vieja historia que tus familiares han cargado por años.
“Se repite la historia", es algo que he escuchado a menudo en familias donde la hija termina cometiendo los mismos errores que la madre, y la madre resulta que había cometido los mismos errores de la suya. Es tiempo de realizar actos de decisión, es tiempo de pararnos sobre la brecha y que nosotras seamos la diferencia para decirle al mundo que SÍ se puede tener una familia ejemplar que buscan amor y paz, y decirle a Dios que tome las riendas de nuestra vida, de nuestra futura familia, de nuestra futura relación, de nuestros futuros hijos, y que nada sea igual que el pasado (Josué 24:15).
Jesucristo, murió en una cruz para que tú fueses libre del miedo, para que como mujer, puedas llenarte de su gracia, pedir sabiduría, y hacer las cosas diferentes y con excelencia para Él. No tengas miedo de hacer las cosas diferentes, no tengas miedo de predicarle a tu familia (Éxodo 4:12), no tengas miedo de que ellos vean lo que Dios ha hecho en ti. Con toda la autoridad que Él te ha dado, ¡ora, clama, vela, intercede!, y no pares hasta que todas esas cadenas opresoras caigan, no pares hasta ver la Gloria de Dios reflejada en tu vida, pero antes que nada: deléitate en el Señor, en Él no hay cadenas, no hay condenación, sólo vida, y Él nos libra de la muerte (Romanos 8:1-2)
A continuación, te regalo algunos consejos para que no desmayes entre los procesos familiares, y te sirvan de fortaleza diaria.
Pídele que te enseñe, en medio de circunstancias familiares, muchas veces nos sentimos solas y desorienta-das, llegamos a no saber qué decisiones tomar diariamente. Es necesario que en medio de la desorientación, podamos pedirle a Dios que nos enseñe cuál es el camino indicado (Salmos 25:8). Nos dejó un libro de instrucciones con miles de enseñanzas de absolutamente todo para nuestras vidas, pues es lámpara a nuestros pies (Salmos 119:105). Nos enseña lo que nos conviene (Isaías 48:17), pero debes prestar mucha atención al maestro.
Afirma tus pasos, cuando estamos rodeadas por familiares con pasos débiles, es una tarea difícil caminar firme, pero todo se puede lograr si lo anhelamos de corazón, no sólo pídele que afirme tus pasos, también tu corazón (Salmos 86:11). También coloca todo tu empeño, lee y medita en su palabra, adora y alaba su nombre, búscale en lo íntimo, quita de tu vida lo que sabes que no está bien, crea hábitos que te alimenten y no que te destruyan, y verás que rápidamente darás pasos de gigante, fuertes y estables.
Aún en la aflicción nunca te olvides de Él, somos humanos, y el enemigo siempre está buscando a alguien a quién devorar, y quiere que le hagamos caso a las dificultades y que nos olvidemos de aquel que nos dio la vida eterna. Pero, ¡no lo dejes! Nunca te olvides de sus mandamientos, atesóralos en tu corazón, guarda Su palabra, ponla en práctica y saldrá a relucir cuando la necesites para batallar, ¡y ganarás! Aún cuando los impíos quieran destruirnos, amaremos su ley (Salmos 119:95).
Mujer, recuerda que nada te podrá separar de Dios, absolutamente nada, así que sigue siendo fiel, sigue buscándole y siendo constante. Recuerda que nuestro mayor anhelo siempre debe ser estar junto a Él y permanecer. (Lee todo el Salmos 84)
Profundizando. MEMORIZA SALMOS 119:90
1.Utiliza nuestro código de color de la Biblia para organizar y entender más los versículos que más hablaron o te gustaron.
2. Ora durante toda la semana por tu familia, hijos (futuros hijos), esposo (futuro esposo), y el perfeccionamiento de Dios en tu vida.
3. Ilustra el versículo a memorizar (no en el diario creativo).
4. Escribe el verso que más te gustó del Salmos 84.
5. Escucha y analiza la canción “Salmo 84” de Danilo Montero, y compártela con un amigo.
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